Hoy se conmemora el Día Mundial de la Dislexia: Alrededor del 5% de la población mundial tiene dificultad en la lecto-escritura. OMS.
La dislexia es un trastorno del aprendizaje de la lectoescritura, de carácter persistente y específico, que se da en niños que no presentan ningún hándicap físico, psíquico ni sociocultural y cuyo origen parece derivar de una alteración del neurodesarrollo.
La dislexia es un trastorno de origen 
neurobiológico con una gran carga hereditaria que afecta al aprendizaje y
 que supone una dificultad persistente en la lectura y escritura que 
suele ocasionar problemas desde la escolarización. Se estima que entre 
un 10% y un 15% de la población general podría padecer algún grado de 
dislexia.
Para la clasificación internacional de 
enfermedades en su décima versión (CIE-10), los disléxicos manifiestan 
de forma característica dificultades para recitar el alfabeto, denominar
 letras, realizar rimas simples y para analizar o clasificar los 
sonidos. Además, la lectura se caracteriza por las omisiones, 
sustituciones, distorsiones, inversiones o adicciones, lentitud, 
vacilaciones, problemas de seguimiento visual y déficit en la 
comprensión.
Según explica a Infosalus, Araceli 
Salas, educadora infantil, terapeuta de psicomotricidad y fundadora de 
la Asociación Dislexia y Familia (Disfam), cuando los niños se enfrentan
 en primaria a la lectoescritura, que supone la necesidad de recordar 
los sonidos que se asocian a cada letra, se presentan dificultades para 
memorizar y con ello las primeras dificultades en el ámbito escolar.
 “No hay dos niños ni dos adultos 
iguales en lo que se refiere a la dislexia que padecen”, señala Salas 
sobre la singularidad individual del trastorno y aclara que la dislexia 
puede venir acompañada de otras dificultades como las alteraciones en la
 memoria a corto plazo, los problemas de lateralidad (no se distingue 
bien entre derecha e izquierda) o una peor motricidad.
 ntre quienes padecen dislexia se 
presentan también características comunes como una mayor creatividad, un
 pensamiento más afín a las imágenes y lo visual y una mayor capacidad 
de intuición. La inteligencia de estos menores y adultos con dislexia 
está preservada e incluso superan la media en muchas ocasiones.
Los estudios de neuroimagen en los que 
se ha comparado el funcionamiento cerebral en personas con y sin 
dislexia han mostrado que el cerebro de quienes padecen el trastorno no 
procesa igual la información referida a la lectura, escritura o espacio 
que aquellos que no lo padecen. Además, la comunidad científica ha 
identificado ya diversos genes que influyen sobre el desarrollo del 
trastorno.
La dislexia es crónica y no existe cura 
aunque sí un abordaje que proporcionan educadores, pedagogos, logopedas y
 que se basa en un aprendizaje multisensorial, asistido por las nuevas 
tecnologías y las nuevas tendencias educativas que fomentan las 
inteligencias múltiples y la cooperación que deja atrás el sistema 
tradicional de enseñanza basada únicamente en lo escrito.
Detectar la dislexia a tiempo
Salas señala que si no se diagnostica en
 las primeras etapas escolares y comienzan las dificultades para 
aprender a leer y acceder a los contenidos educativos el nivel de 
ansiedad de estos niños va en aumento.
“Son niños listos que se dan cuenta de 
que los demás van más rápido y en esta comparación su autoestima queda 
muy perjudicada”, apunta Salas que hace un llamamiento no sólo a padres 
sino también a la comunidad educativa y sanitaria a través de los 
pediatras para tomar conciencia de un problema que se convierte en 
social cuando estos niños crecen y tienen dificultades en todas las 
esferas de su vida.
 

